Las locas historias de Paco, el cliente más pesado del mundo.

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Las locas historias de Paco, el cliente más pesado del mundo.

Episodio 1: El dilema de los vinos en ‘pociño’

En algún lugar de… ¡¿dónde?!

Barrio del Berbés, Vigo. Encantador a su manera, cerca del puerto y los astilleros, este barrio es el epicentro de la escena-conflicto de hoy. Local: «El Viño». Bar venido a menos y en peligro de extinción, pero que se las arregla para sobrevivir, pura y exclusivamente por el talentazo de la cocinera «in charge». Nos ubicamos en la zona de la terraza, donde conceptos como el glamour o la elegancia nunca consiguieron arraigar, con mesas que nivelan su pata más corta con un periódico, manteles de hule, y plantitas de plástico llenas de polvo. Escenario cutre donde los haya, pero dueño de un indiscutible encanto, puesto que está lleno hasta los topes. La cocina y todo su frenesí, visible desde la barra, nos revela el pequeño ejército de cocineras: mujeres robustas y resueltas, gritando y riendo al tiempo que sacan los platos más elaborados a un ritmo de miedo.

Conozcamos a Paco.

Aquí entra en escena nuestro personaje, tan spanish y tan entrañablemente… pesado. Metro noventa, aspecto rudo, melena abundante y mostacho «moebius» blancos como la nieve, mejillas y nariz rosadas. Vamos, la típica persona de «buen comer», asiduo amante de los bares y la cultura de tapear. Entusiasmado con la fama de sabroso que le ha llegado de este lugar, se las arregla para arrastrar a un par de amigos a la hora del vermut. Pero Paco es exigente -al menos eso diría él-, y no se conformará con cualquier cosa. A este auto-denominado «todoterreno gourmet», con el mapa gastronómico del país tatuado en su iberian pecho no se le debe decepcionar o se encargará de que nos acordemos de él for ever and ever.

Este día, desgraciadamente, coincide con la baja de uno de los camareros más experimentados y resueltos del establecimiento, un despiadado e inoportuno dolor de muelas nos lo ha dejado fuera de combate. Para reemplazarle llega un camarero jovencísimo e inexperto. Con tanta mala suerte que en ese primerísimo día la mesa que se le asigna es nada menos que la del propio Paco. Oh oh…

La comanda del vino.

Paco cuenta con una cultura muy básica de vinos, pero actúa como un auténtico experto. Por supuesto también es un entendido en cervezas, en música, en deportes, en política y, si le sacas el tema, también te dará lecciones de cómo es posible desmontar un motor de combustión lenta armado únicamente con una cuchara de sopa y un palillo.

Con gran seguridad y un ademán estudiado, solicita al camarero una botella de blanco para empezar con el aperitivo que por supuesto consiste en pescaditos y marisco. Mientras, da lecciones sobre las características, la denominación y el año de cosecha como si de un libro abierto se tratara. El hecho de que nadie le esté en realidad escuchando es completamente irrelevante para él.

Al regresar con diligencia y una sonrisa, el chico con la botella bien presentada se acerca para descorchar. Pero Paco hace otro ademán solemne para detener su avance y empieza a mover la cabeza de lado a lado, demostrando con el seño fruncido, su gran desaprobación:

_ «No, no, no… Esto no es el vino que yo he pedido. Este no es albariño», y hace un silencio tocándose el mostacho suavemente con aire señorial, escrutando al camarero con sus inquisitivos ojos verdes, como si de un alienígena se tratara.

El inocente muchacho se hunde en la confusión, ya que efectivamente ese era el vino que había pedido, y mientras su sonrisa se desdibuja, se queda helado con la botella en la mano sin saber muy bien qué hacer, excepto empezar a ponerse de los nervios. Amedrentado por su aire de confianza, su porte imponente y su tono seco, el chico regresa a la bodega buscando una solución, para concluir con frustración que lo único que podía hacer era volver a la mesa… con la misma botella.

Persuadido rápidamente por sus amigos de aceptar esta botella en lugar de su caldo perfecto -e imaginario-, nuestro Paco pasa a encontrar defectos en el servicio:

_ «No, no , noesto así no se sirve. Pero vamos a ver, esto es Vigo o no es Vigo. El vino no se sirve así criatura, se sirve en los «pociños» blancos de cerámica como corresponde, vamos, la típica jarra gallega, ¡¿por qué no puedo tener mi jarra gallega?!»

Temblando con la botella en la mano, («Sí, sí señor en seguida»), el camarero sale de la escena como una exhalación y desaparece pidiendo socorro detrás de la barra. Segundos después regresa todo contento con la dichosa jarra. Con la confianza recompuesta después de un mal arranque, se dispone a servir la primera copa y…

 _ «Pero este vino no se sirve a esta temperatura, frío no se sirve».

Por la expresión, y el ángulo de la mirada de aquel joven desgraciado, podría decirse que estaba a punto de sufrir un «stroke«, también conocido como SCAPC » Sídrome de camarero agobiado a punto de colapsar». Y la pesadilla no iba a acabar allí.

 _»Oye, ¿este pan es casero? Lo hacéis aquí ¿verdad?»

_ «No sé señor, espere que ahora se lo pregunto…»

Definitivamente la normativa de un desfibrilador cada tantos metros en los aeropuertos, debería extenderse a algunos bares. TIC TAC

_ «Hombre, una comida tan buena, se ha de acompañar con un pan bueno, elemental». Mientras, sus amigos completamente sin habla se limitan a asentir con la cabeza y a morderse los labios tratando de contener -sin mucho éxito- un incontrolable ataque de risa. Paco como si nada, serio.

_ «Pues, dice el maître que es de una panadería del pueblo que lo hacen muy…»

_ «Una cosa… ¿este vino, es de barrantes o no es de barrantes?»

Un extraño y preocupante latido nervioso comienza a tener lugar en la sien izquierda de nuestro camarero, mientras un sudor frío recorre el surco de su espalda como una siniestra avanzadilla de cómo podríamos acabar…

_ «Y estos chorizos, ¿los hacéis vosotros?»

De pronto, los colores propios de un rostro que derrochaba salud, empiezan a tomar una tonalidad grisácea y unas incipientes ojeras hacen acto de presencia. Silencio.

Lejos de darse por aludido, nuestro Paco continúa con su dinámica:

_ «Dime una cosa, ¿aquí hacen fiyoas?»

Salvados: seguir el juego y poner humor.

Vista la cara de desesperación del muchacho, y justo antes de que acabara en el suelo con convulsiones, otro camarero más experimentado se acerca con un certero consejo -el necesario para atajar un infarto doble de miocardio-: «Relájate chaval y ¡¡síguele la corriente!! Tú sonríe y di a todo que SÍ. Es simplemente hambre, conforme se vaya sintiendo satisfecho se irá relajando«.

Y así se hizo, consiguiendo satisfacer al exigente Paco, quien después de la segunda botella, -eso sí, en su correspondiente jarra- ya se encontraba comiendo, bebiendo y riendo tan feliz que sólo podía continuar una reconciliación histórica, una típica de esas que sólo se dan en estos establecimientos. Incluso el camarero terminó haciéndose fotos con esa mesa, y Paco aprendió de él lo que es un selfie.

Esperemos que no se actualice mucho más con las tecnologías porque como Paco aprenda a subir comentarios a las redes estamos perdidos, pero eso lo descubriremos en la próxima aventura de «Las locas historias de Paco» por los bares de Spain! Salud.

Nano Marchione

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